Madeira: una inmersión en la naturaleza, la tranquilidad y la belleza
La isla ofrece paisajes espectaculares, con grandes altitudes, profundos valles que descienden hasta el mar, y pintorescos pueblos enclavados en lugares insospechados

Era consciente de que Madeira no es un destino de playa, y para evitar confusiones. Mi primer viaje a la isla estuvo vinculado al golf, ya que Portugal era —y sigue siendo— uno de los países líderes en este segmento de turismo. En aquel entonces, organizaba un crucero cuyas escalas incluían partidas de golf, y una de ellas era precisamente en Madeira. Así fue como comencé a descubrir esta isla, al igual que la huella que dejaron los ingleses en su historia y en su vino, de forma similar a lo que ocurrió en Oporto.
En el casco antiguo de la ciudad se encuentra el Museo del Vino, muy interesante para conocer las tradiciones vinícolas locales, que sorprenden por su riqueza e historia. Todo ello enmarcado en un edificio histórico con gran encanto. El recinto de Blandy’s Wine Lodge, con su arquitectura tradicional y un patio interior oculto, fue una verdadera sorpresa para mí. No me lo esperaba, y sin embargo me cautivó. Recorrer sus espacios, donde se almacenan los barriles, admirar cómo su construcción se integra perfectamente en el entorno, y respirar ese ambiente local y auténtico.
Incluso hay una «habitación vintage», donde se conservan los vinos de Madeira más raros y antiguos de la marca Blandy’s. El lugar desprende un aire genuino, con preciosas estanterías de madera repletas de botellas que forman parte de la historia enológica de la isla. Y, por supuesto, no falta un bar donde se pueden degustar estos vinos únicos.
Madeira, una isla montañosa de origen volcánico
Madeira es una isla montañosa de origen volcánico, lo que condiciona en gran medida la forma de desplazarse por ella, ya que en la mayoría de los casos es necesario circunvalarla. No es muy grande, tiene unos 57 kilómetros de longitud. La isla ofrece paisajes espectaculares, con grandes altitudes, profundos valles que descienden hasta el mar, y pintorescos pueblos enclavados en lugares insospechados. Las rutas de senderismo, muy bien cuidadas y diseñadas, hacen de Madeira un destino ideal para un turismo más ecológico y sostenible.
Sus costas son escarpadas, con pendientes abruptas que llegan hasta el océano, y apenas se encuentran playas de arena. Un ejemplo impresionante es Cabo Girão, uno de los acantilados más altos del mundo.
La zona norte, más húmeda, favorece el crecimiento de una vegetación exuberante, incluso en laderas casi verticales. Además, el suelo volcánico es especialmente fértil —se estima que cerca de tres veces más que el del Portugal continental—, lo que potencia aún más esta riqueza natural.
Todo esto me cambió el concepto de la isla. En mi mente es un lugar ideal para disfrutar del paisaje, la naturaleza, hacer senderismo, buena gastronomía y, por supuesto, buen vino.
Funchal: callejuelas para disfrutar del ambiente local
Junto a Madeira está la isla de Porto Santo, que cuenta con una playa paradisiaca de 9 kilómetros y un rico patrimonio histórico, a pesar de que fue poblada hace poco, solo 600 años. Me encanta su sencillez y su historia.
La zona vieja de Funchal, la capital de Madeira, conserva todo el encanto de sus estrechas callejuelas, que antaño formaban un humilde barrio de pescadores. Con el tiempo, esta área ha sido renovada de forma magnífica, y hoy está llena de vida, con numerosos bares, tiendas y restaurantes que la convierten en un lugar ideal para pasear y disfrutar del ambiente local.
Luego, sin duda, hay que subir con el teleférico hasta la zona de Monte y descender con los famosos carreiros do Monte. Se trata de grandes cestos de mimbre y madera, pilotados por dos hombres vestidos con el atuendo tradicional, que te conducen cuesta abajo por el asfalto como si estuvieras deslizándote por la nieve. El recorrido dura apenas diez minutos, pero las sensaciones y la originalidad de la experiencia permanecen en la memoria.
Por cierto, la isla tiene varios teleféricos. Lo cierto es que la fui descubriendo acercándome a su naturaleza y adaptando mi visión a lo que veía en el entorno. Me resulta especialmente atractivo Fajã dos Padres, situada al oeste de Funchal, entre las localidades de Câmara de Lobos y Ribeira Brava. Tiene una playa con su restaurante y un entorno encantador, representativo de esa belleza de Madeira.
Y, de nuevo, hay que utilizar un teleférico para bajar y subir. La idea de recorrer el entorno, el paisaje, es algo que se repite en toda la isla, como la ascensión al Pico do Areeiro, con unas vistas únicas. A partir de allí se puede disfrutar de las rutas de senderismo más famosas de Madeira.
La fantasía del bosque Fanal
En Cabo Girão, el acantilado más alto de Europa con 589 metros de altura, han instalado un mirador con suelo de cristal que se ha convertido en casi una visita obligatoria. También hay numerosas rutas de senderismo que discurren junto a las levadas de Madeira —antiguos canales de agua que recorren la isla—, y una de las que más me impactó fue la de Caldeirão Verde. Es accesible, sencilla, y el paisaje te envuelve por completo. Y no pierdas de vista las construcciones típicas que se encuentran por el camino… ¡a mí me recuerdan a las barracas valencianas!
En Santana es imprescindible visitar sus casas tradicionales, coloridas y con techos de paja. Las distingo de las valencianas en que estas son completamente blancas, aunque resulta curioso ver el parecido entre ambas. La Punta de San Lorenzo representa uno de los parajes más impresionantes de la isla, con vistas que podrían definirse como acogedoramente bellas.
El bosque de Fanal, con su laguna, parece sacado de una película de fantasía, como un escenario de cuentos de hadas y duendes. También destaca el Parque Florestal de Ribeiro Frio, un encantador bosque de laurisilva, perfecto para los amantes de la naturaleza. Y no hay que olvidar cascadas como la de Funda, impresionante, con una caída de más de 140 metros, a la que solo se puede llegar caminando por un sendero.
Jardim do Mar es un pueblo encantador, aún ajeno al turismo, ideal para perderse en su tranquilidad. Antiguamente, solo se podía acceder por mar. Pero este es solo uno de los muchos pequeños pueblos que salpican la isla, perfectos para recorrerlos a pie y disfrutar de su autenticidad.
Definitivamente, después de varios viajes a Madeira, la considero un destino de naturaleza, tranquilidad y belleza. Un lugar para disfrutar de paisajes únicos, rutas preciosas y pueblos con encanto. Además, es muy accesible, con excelentes conexiones desde Lisboa.