economista jefe Sabadell deuda

La economista jefe del Sabadell advierte que las siguientes generaciones pagarán la deuda generada

Sofía Rodríguez, economista jefe y subdirectora general de Banco Sabadell aborda en una entrevista con Economía 3 los principales retos de política macroeconómica y economía internacional.

Gallega de nacimiento, en 1999 se incorporó a Banco Sabadell y, desde 2001, lidera los equipos de Macroeconomía, Entorno Financiero y Análisis Sectorial del Grupo.

Su experiencia profesional previa incluye AB Asesores Bursátiles (Madrid) y Harvard Management Company (Boston), además de haber colaborado como profesora en diversas universidades y escuelas de negocios.

– Si tratamos de dejar al margen las consecuencias más inminentes por el conflicto de Ucrania, ¿cómo valoras los actuales niveles de inflación?

– Hay muchas cuestiones detrás del origen de estos precios. Unas cuantas causas son estrictamente transitorias. De las primeras, muchas tienen que ver con la dinámica en V tan acusada de la actividad económica que hemos visto en esta crisis sanitaria, que ha generado una demanda embalsada, un exceso de ahorro y unas bases de comparación que magnifican estas tasas. Es un efecto un poco engañoso. Esto se irá desvaneciendo solo.

En cuanto a las causas transitorias que sí dependen de la evolución de la pandemia, las hay de demanda y de oferta. De demanda porque con la pandemia y con la reducción de la movilidad estamos observando que el consumo de transporte, turismo, restauración y ocio se ha reducido. A cambio, se han consumido más otros bienes que han sobrecargado la demanda de manufacturas y se han visto afectadas las cadenas de suministro. En la medida en que se vaya recuperando la movilidad y se reduzca el miedo al consumo deberían normalizarse las pautas de consumo y volver a una mayor demanda de bienes  relacionados con la digitalización (informática, electrónica, etc.) y el hogar. Y con eso le quitamos presión a las manufacturas y todo debería normalizarse.

Donde todavía existe bastante preocupación es en la parte de la oferta global de manufacturas porque estamos viendo que, aunque la pandemia está más controlada, China sigue con políticas de covid cero, lo que genera que las cadenas globales de producción tengan todavía disfunciones. Estos embotellamientos harán que esta situación mejore más lentamente. Son fenómenos complejos, muy relacionados con la pandemia y que deberían ir reduciéndose. Más allá de la pandemia, el conflicto iniciado en Ucrania supone un shock adicional sobre la inflación a través del precio de las materias primas energéticas. Además, el conflicto puede acentuar las disrupciones en las cadenas globales de producción.

Factores a largo plazo

Y la última causa, son factores a largo plazo. Existe una serie de transformaciones de fondo en la economía, con cuestiones como la sostenibilidad. Sabemos que los riesgos físicos relacionados con el cambio climático –como incendios, inundaciones, sequías…– y las políticas de transición ecológica pueden suponer un impacto directo en la inflación. Un ejemplo muy evidente es lo que los riesgos físicos pueden causar en los alimentos. Es una tendencia de largo plazo y que no se va a desvanecer.

Pero, en conclusión, es una cuestión de tiempo y relacionada con la pandemia en buena medida. No estamos en un entorno de inflación, estamos ante un fuerte shock de costes que se acentúa con el conflicto en Ucrania.

– ¿Qué niveles de inflación podemos considerar aceptables o normales?

– En los últimos meses, los precios han sorprendido al alza, han aumentado de forma importante y la inflación se ha situado en niveles elevados. Lo esperable era que el aumento de los precios perdiera intensidad en los próximos meses, algo que el conflicto en Ucrania va a retrasar. En España, antes de que esto ocurriera, el consenso esperaba que la inflación se situase en el conjunto de 2022 alrededor del 4% anual y que en el mes de diciembre se situase tan solo algo por encima del 1%. Se trataba de una moderación muy importante, que devolvía la inflación claramente por debajo del objetivo del BCE. Pero bueno, con las complejidades de la crisis sanitaria y el recientemente añadido conflicto bélico, si al final acabamos diciembre con una inflación algo superior al objetivo, tampoco sería un escenario fuera de control.

Los impuestos pagarán la deuda

– ¿Qué propone para solucionar el enorme endeudamiento de las administraciones públicas? ¿Tenemos que aprender a vivir con una deuda del Estado superior al 100 % del PIB permanentemente?

– Tenemos unos niveles elevados de deuda, pero también es verdad que la respuesta de la política económica a la crisis sanitaria ha permitido una recuperación económica rápida que ha limitado el impacto en las ratios de endeudamiento.

La sostenibilidad de la deuda pública de los Estados no es una cuestión de corto plazo o una preocupación inminente. La veo más preocupante en economías emergentes. No hay que tener una preocupación extrema porque tenemos ciertas salvaguardas, como los fondos europeos de recuperación. Paralelamente, se está implementando un programa paneuropeo de reformas, de transformación económica, incremento de la productividad, etc., que necesitamos que funcione porque si no, no tendremos cómo devolver la deuda. Pero si conseguimos hacer unas economías más resilientes y más flexibles generaremos nuevos recursos para devolver esa deuda. No es una preocupación a corto plazo. Pero hay que tener en cuenta lo que le pueda tocar pagar en impuestos a las siguientes generaciones para solucionar la deuda que se está generando.

– ¿Qué papel deben jugar las entidades financieras en la gestión de los fondos europeos? ¿Serán el maná que prometen o pueden quedar diluidos?

– Nunca estuvieron diseñados como un maná. La clave sobre cómo están articulados es que se trata de un instrumento para transformar y modernizar el tejido productivo que, por otra parte, es inapelable. Hay transformaciones que son muy disruptivas, como la digitalización y sostenibilidad. Hay que avanzar en estas cosas. Es responsabilidad de todos, pero es muy importante que los agentes económicos lo vean así. Las empresas, sobre todo. Es decir,  no depende de la Administración pública y de las subvenciones, sino que se trata de una responsabilidad colectiva y compartida utilizar este momento para producir la transformación y la modernización para acometer los retos pospandemia. Es una fortuna que haya recursos públicos para acompañar en esta transformación.

Mejora de la transparencia

El reto es colosal. Hay procesos administrativos y burocráticos por detrás que son garantistas, nuevos y lentos, pero desde el punto de vista cualitativo no se puede decir que esté yendo mal, porque España ha sido de los primeros países que ha pedido los fondos, ha sido el primer país que ha recibido el primer y segundo desembolso… En cuanto a la ejecución, es verdad que es difícil medir en qué estado está. Se puede mejorar la transparencia en cuanto a adjudicación, ejecución, hacer algún informe periódico… El año 2021 ha sido el del despliegue. En ejecución cuantitativa podría haberse hecho más. Es importante que este año sea el de la verdad, que la ejecución coja velocidad, que llegue a la economía productiva, etc. Y, sobre todo, no olvidar las reformas que deben acompañar a los fondos.

Hay algunas muy relevantes, como la de pensiones o la del mercado de trabajo. Lo importante no es tanto el dinero que vaya a llegar de Europa, sino qué hagamos con él y sobre todo que interioricemos como país; de forma colectiva, la necesidad de transformación.

Las entidades financieras van a ser compañeras claras, sobre todo para las pymes y para ayudar en que esto acabe generando inversión y repercutiendo en la economía real. Hay un rol claro de las entidades financieras para canalizar y amplificar el impacto de estos fondos en el sector privado, consiguiendo que se pueda realizar para transformar el tejido productivo.

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