Evolución o revolución

La pandemia ha supuesto una catarsis. En tantos ámbitos y con tal intensidad al unísono que se están registrando seísmos en la base misma de las sociedades desarrolladas. Pero la cuestión nuclear pasa por cómo transitamos este proceso. Evolución o revolución, esa es la cuestión.

Son tantos los cambios que estamos viviendo desde que en marzo de 2020 echamos el freno como nunca antes lo habíamos visto que corremos el riesgo de colapsar como sociedad. Por enumerar algunos de los procesos críticos que ya sobrevuelan, podemos mencionar la crisis energética, con su derivada de la falta de gas; la brutal escasez de semiconductores, sobre los que hasta ahora jamás habíamos reparado; los problemas de suministro a nivel mundial, o lo que en EE.UU. ya denominan ‘la gran renuncia’ de trabajadores, que ya significa un problema que no debemos infravalorar. De hecho, este fenómeno ya comienza a hacer estragos en nuestro país. Por ejemplo, en el sector del transporte.

Como decía, son tantas y tan diversas las problemáticas que se ciernen sobre nosotros que no tienen una sola solución, ni una salida sencilla. Si no actuamos ya, poder político, económico y social, corremos el riesgo de padecer una revolución de tamaño y consecuencias impredecibles. Necesitamos soluciones reposadas pero prontas.

De la respuesta, a nivel global, que demos a todos estos procesos cada vez menos silenciosos dependerá que vivamos una evolución, con consecuencias incluso positivas y un cambio tan inevitable como progresivo; o una revolución, que amenaza con llevarse por delante la recuperación pospandémica y podría generar una sociedad todavía más crispada y menos productiva desde el punto de vista del progreso como sociedad.