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Emprendimiento en la Comunidad Valenciana y en la Universidad

Emprendimiento en la Comunidad Valenciana y en la Universidad

Profesor del Departamento de Economía y Empresa. Universidad CEU Cardenal Herrera

2016-mayo-CEU-Javier-GranEn el último informe elaborado por Global Entrepreneurship Monitor (GEM) sobre la Actividad Emprendedora en la Comunidad Valenciana de 2014, los resultados muestran bien a las claras que el emprendimiento no acaba de arrancar en la Comunidad.

En dicho informe se mide la actividad emprendedora de la región a través del indicador TEA. En este índice se aúnan las etapas del proceso emprendedor denominadas “de actividad naciente” (desde la puesta en marcha, hasta tres meses en funcionamiento) y la fase de “actividad nueva” (hasta 42 meses). El cálculo de su valor se realiza a través de una encuesta llevada a cabo a una muestra representativa de 1.200 individuos con edades comprendidas entre los 18 y 64 años.

El indicador TEA alcanzó un valor del 4 %. Es decir: que 4 de cada 100 personas de entre 18 y 64 años de la Comunidad Valenciana estaban relacionadas con alguna actividad emprendedora con menos de tres años y medio de funcionamiento.

Aunque a priori la cifra podría ser alentadora, esta primera impresión se desvanece casi instantáneamente en el momento en que la comparamos con los años anteriores. Así, después de alcanzar el TEA un valor máximo del 8,4 % en el año 2007, en 2010 se reduce al mínimo del 3,7 % para, posteriormente, ir desde el 6,9 % de 2011 al ya mencionado 4 % en 2014. En definitiva, hemos vuelto a los valores de 2010.

Además, si comparamos el TEA de la Comunidad Valenciana con el TEA de España, el dato también es definitivo: estamos 1,5 puntos por debajo del dato español.

Entre las causas que podríamos apuntar para este descenso, inicialmente podríamos citar la reducción del emprendimiento por oportunidad compensado en parte por el emprendimiento por necesidad derivado de la crisis económica.

Otra de las causas sería la reducción en la percepción de buenas oportunidades para emprender de los últimos años, dato que afortunadamente ha variado este último año aumentando en casi 7 puntos porcentuales respecto a 2013, lo que puede anticipar un mayor comportamiento emprendedor futuro.

Pero, ante estos datos, ¿qué podemos aportar desde la formación universitaria?

Para contestar a esta pregunta creo que es importante hacer referencia a las condiciones del entorno para emprender, recogidas en el citado estudio. Según los expertos consultados por GEM, las condiciones del entorno más valoradas son el acceso a la infraestructura física, los programas públicos de apoyo al emprendimiento y la educación empresarial posescolar (universitaria).

Aunque esta última ocupa el tercer lugar de un total de doce ítems, es preocupante la puntuación obtenida, puesto que solo alcanza un 2,91 sobre 5. Es decir: un aprobado “raspado” que no parece suficiente para dar un verdadero impulso al emprendimiento de la Comunidad Valenciana.

En la Universidad española, en los últimos años, se ha tratado de potenciar el espíritu emprendedor de nuestros alumnos; sin embargo, en muchos casos, este intento se ha quedado en iniciativas, muchas veces individuales, que no llegan a calar en el conjunto de la comunidad universitaria.

Es importante el trabajo que realizan entidades como la Fundación Trilema o la Fundación Princesa de Girona, que llevan ya muchos años trabajando el fomento del emprendimiento y que se han convertido en referentes dentro de la educación escolar. Sin embargo, a nivel universitario, pese a que las colaboraciones existen, son escasas e insuficientes para lo que deberíamos hacer.

Todavía hoy, cuando hablo de emprendimiento con mis colegas de Universidad, me doy cuenta de que, en muchos casos, existe un total desconocimiento sobre lo que supone “adquirir competencias emprendedoras”. En la mayoría de las ocasiones, el profesor universitario cree que esto del emprendimiento es solo crear empresas. “Como mis alumnos no lo van a hacer, –argumentan–, no creo que sea interesante incorporarlo a mis clases”.

Por supuesto que esto no es cierto. Aunque una parte del emprendimiento (en su estadio probablemente más avanzado) tenga como objeto la puesta en marcha de nuevas ideas (es decir, la creación de empresas), el emprendimiento es mucho más.

Tener iniciativa, saber planificar recursos y actividades, ser perseverante o esforzarse, estar dispuesto a aprender continuamente, saber trabajar en equipo o cómo liderar grupos, empatizar con la gente, ser flexible adaptándose a las dificultades o a otros puntos de vista, tener habilidades interpersonales de relación, siendo asertivo o aprender a escuchar, ser innovador y creativo, tener estabilidad emocional… son algunas de las muchas competencias emprendedoras que todos nosotros deberíamos aprender y entrenar con nosotros mismos y con nuestros alumnos.

Esta larga lista de competencias nos va a ayudar si decidimos crear una empresa, pero sobre todo nos va a ayudar en todos los ámbitos de nuestra vida. Por eso debemos incidir en su importancia en la formación universitaria.

En la Universidad debemos entender que el fomento del emprendimiento debería ser un objetivo prioritario en los planes de estudios de todas las titulaciones, puesto que el incentivo del espíritu emprendedor de nuestros alumnos es garantía de futuro de nuestro país.

Realizar actividades transversales que afecten no solo a distintas asignaturas de una misma titulación, sino a asignaturas de distintas titulaciones puede ayudar a nuestros alumnos universitarios a adquirir competencias y habilidades propias del emprendedor.

Esta labor debe ser compartida por todo el claustro de la Universidad, puesto que solo de esa forma el alumno será capaz de interiorizar el proceso de aprendizaje, en definitiva, convirtiéndose en un emprendedor.

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