– Hablamos del entorno y su influencia en la gestión de las compañías. Por ejemplo, ¿los resultados electorales de las pasadas elecciones de mayo van a incidir de alguna forma sobre la evolución de la economía española?
Rafael Tomás.- Creo que los resultados de estas elecciones municipales y autonómicas van a tener una influencia relativamente pequeña porque lo relevante en el ámbito municipal y autonómico es la capacidad de gestionar, más que el contenido ideológico de las mayorías de gobierno. A fin de cuentas, lo que los ciudadanos esperamos de nuestro ayuntamiento y del gobierno regional es que funcione: que se recoja la basura, que abras el grifo y salga agua, que en los ambulatorios atiendan a los pacientes, que en las escuelas eduquen a los niños, etc.
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La cosa cambia cuando analizamos las elecciones de final de año, donde estamos hablando de otro nivel de decisión: legislación fiscal y laboral, medioambiental, industrial, política monetaria y bancaria, etc., y eso sí impacta de lleno en la actividad de las empresas.
En cualquier caso, la senda de recuperación que vive la economía española desde mediados de 2013 y, sobre todo en 2014, es muy fuerte y se me hace difícil pensar que cualquier responsable político, por razones ideológicas, quiera y pueda poner en riesgo esa recuperación de la actividad.
Por otra parte, no podemos olvidar que España, como cualquier otro de los países integrados en la zona euro, ya no juega este partido sola. Formamos parte de la Unión Europea y nuestra moneda es el euro. La autoridad monetaria de referencia ya no es el Banco de España sino el Banco Central Europeo y el margen de autonomía de las políticas fiscales es cuando menos relativo.
Sergio Gordillo.- Como dice Rafael, el margen de maniobra y acción de los Gobiernos de países integrados en la UE y en la eurozona es bastante limitado y aunque la posibilidad de salir de la Unión siempre está sobre la mesa, hay que pensárselo mucho para intentar remar en esa dirección, pues no tendría el menor sentido.
Pero a nivel macro hay otros factores que van más allá de las decisiones de los políticos –no ya de España, sino de la propia UE–, y que impactan de lleno en la vida de las compañías. Por ejemplo, en los últimos meses estamos viviendo una evolución en la paridad euro/dólar, que está haciendo que compañías con capacidad de producción instalada en ambos mercados, dólar y euro, basculen hacia aquí su producción.
Y lo mismo podemos decir con respecto al precio del crudo. Hace apenas unos meses, el precio del barril se movía entre los 100 y 120 dólares y ahora fluctúa entre los 50 y 60 dólares. Para algunas compañías eso supone un cambio drástico en su estructura de costes, que les llevará a reajustar sus planes de producción y/o aprovisionamiento.
Son dos ejemplos tan solo de cómo situaciones macro, que escapan por completo a nuestra capacidad de decisión e influencia, condicionan de forma drástica el escenario de la actividad de las empresas.
– ¿A qué conclusión nos lleva esto?
Sergio Gordillo.- A lo que decíamos al principio sobre la importancia de tener empresas flexibles y con la máxima capacidad adaptativa posible, porque el cambio, sea drástico y evidente o silencioso y de largo plazo, forma parte de la esencia del sistema.
El reto para el gestor de la compañía es estar siempre atento a los cambios, tanto a unos como a otros, para adaptarse lo mejor y más rápidamente posible a ellos, según sean para mi proyecto un charco azul o un océano rojo.
A su vez, esta realidad pone de manifiesto otro aspecto importante: las compañías globalizadas, con centros de actividad en varias zonas de planeta, son las que tienen la posibilidad de adaptarse mejor a las ventajas y oportunidades que se abren en unos mercados respecto a otros. Si una compañía tiene sus instalaciones y negocios anclados en un solo mercado, es totalmente dependiente de las circunstancias de dicho mercado.
Rafael Tomás.- Un elemento necesario en la cultura empresarial de aquellas compañías que quieran pervivir en el tiempo es el principio del cambio permanente; cambio entendido como la búsqueda constante de la mejor adaptación a las circunstancias del entorno. Y esa mejor adaptación puede y debe afectar a todo: al propio modelo de negocio, a la estructura de la compañía, a la actividad de las personas, al modelo organizativo de la empresa, etc.
Intentar desarrollar este modelo en la empresa española, con la legislación vigente y la mentalidad general existente, no es fácil; sobre todo si el cambio se traduce en reducciones de empleo. Pero la realidad es muy terca: en un mercado cada vez más globalizado, los modelos rígidos o con escasa capacidad adaptativa al entorno están muertos.