Desde antes de iniciar la crisis, la bodega tenía claro que si quería seguir creciendo tenía que romper fronteras y vender en el exterior. Con Bobal o con los tan preciados tempranillos que gustan en el mercado inglés; o con los Merlot y Syrah, que por algo entre tanto viñedo hay dónde escoger.

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Coviñas exporta el 85 % de sus 12 millones de botellas, que terminan en el Reino Unido, Alemania, Holanda, Estados Unidos y Australia. La bodega llevó a cabo allí una serie de acciones, lo que les ha hecho crecer hasta las 700.000 botellas en el último año, gracias a una buena recepción en el mercado local y a diversos premios que han popularizado sus vinos allí.

Australia, que es un mercado netamente exportador de vinos, es una referencia para Coviñas, lo que dice mucho del empeño y buen hacer de su aparato comercial y de marketing. “Parte de nuestro éxito es que elaboramos los vinos que los países quieren, nos adaptamos a los gustos aprovechando esa posibilidad de variedades y vinos diferentes que nos ofrecen nuestros viticultores”, señala Morcillo.

Medina, por su parte, recalca que la bodega es Centro Gestor de Reestructuración de Viñedo –el mayor de la Comunidad–, y que “desde aquí aconsejamos a los socios qué variedades deben plantar en sus fincas atendiendo a las características de la zona y a las tendencias de los mercados; en suma, a lo que necesitamos”, dice.

Esas sinergias son claves en la continuidad de un proyecto de gran tamaño, que tiene la ventaja de tener a los proveedores en casa. “Luego ellos harán lo que quieran”, advierte este viticultor y enólogo que habla de sus vinos con el entusiasmo de quien los siente plenamente suyos.