¿Realmente estamos seguros?

¿Realmente estamos seguros?

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Socio Director de Negocio. Stratic Consultoría Estratégica TIC

El otro día llegó a mi buzón de entrada un email que correspondía a uno de esos típicos newsletters que te llegan periódicamente (y que nunca recuerdas en qué momento te has suscrito), que rezaba “Las peores contraseñas del 2014”, y no pude resistirme a la curiosidad de ver su contenido.

Lo de la etiqueta del año es lo de menos. Se podría haber cambiado perfectamente por el 2012 o por cualquier otro anterior, porque lamentablemente, después de leer la lista de las 25 peores, parece que seguimos empeñados en hacerles el trabajo fácil a todos aquellos que tienen la inquietud de apoderarse o entrometerse en lo ajeno. Entre los primeros puestos del ranking , aparecen contraseñas como: «123456», «password», «abc123», «football», o una de las que más me gusta: «qwerty».

En el desempeño de mi trabajo, acudo normalmente a las oficinas de mis clientes a mantener las habituales reuniones de trabajo, y aún hoy en día tengo la (¿mala?) costumbre de, conforme voy avanzando por la oficina, ir fijándome en las personas en sus puestos de trabajo, intentando encontrar algún detalle que delate alguna falta de seguridad.

Aunque parezca mentira, uno de los más recurrentes es encontrar el típico post-it pegado en la pantalla, donde se puede ver escrito a mano una palabra, que no hace falta echarle mucha imaginación para intuir que corresponde a la contraseña de acceso al sistema informático.

Algunos usuarios más sofisticados guardan el post-it en el cajón de su escritorio, y otros se lo cuentan a su vecino de mesa por si se le olvida, que se lo pueda recordar.

Quizás se reconozca como usuario de alguna de esas contraseñas tan facilonas del ranking, o utilice alguna de estas técnicas para mantener “a salvo” su contraseña, pero tranquilo, está igual de desprotegido que cualquier otro sistema con la más alta protección de seguridad de encriptación, cuando llegue la nueva era de los computadores cuánticos.

Estos superordenadores están basados en los principios de la física y la mecánica cuántica, y harán posible cálculos de computación hasta hoy inimaginables, creando una nueva revolución tecnológica, equiparable a la que desencadenaron los primeros ordenadores en los años cuarenta. En lugar de la unidad lógica de bits, se basan en los qubits (bit cuántico), aprovechando las propiedades cuánticas de las partículas elementales, como los fotones; es decir, las partículas de la luz.

Estos sistemas serán de gran ayuda para realizar cálculos complejos, como los que se utilizan para generar nuevos fármacos y predecir su eficacia para la cura de enfermedades, en el diseño de nuevos materiales, en el campo de la biología, para mejorar la fiabilidad en las predicciones meteorológicas, etc.

Las comunicaciones, aunque encriptadas, hoy no son seguras al 100% entre el emisor y el receptor, porque alguien que esté en medio puede acceder a la información y, si la descodifica, la puede interpretar de forma legible; vamos, una de las prácticas habituales que hacen los llamados hackers.

La física cuántica permite enviar mensajes de manera que nadie los pueda leer: si una persona lo intenta, alguien entremedias los destruye antes de que puedan ser leídos. Esto se consigue con una nueva criptografía infranqueable que generará las claves no mediante matemáticas más o menos ingeniosas, sino aprovechando las propiedades cuánticas de los fotones. Una de estas propiedades es que un fotón no puede ser interceptado y copiado sin alterarlo; por el denominado principio de incertidumbre que Heisenberg formuló en 1927. Así, la seguridad estaría garantizada por un principio absoluto de la física.

Pero, por otra parte, obtendríamos además una repercusión colateral: los ordenadores cuánticos serían capaces de descifrar cualquier código secreto que estamos utilizando hoy día. Es decir, estos sistemas harán que los métodos de comunicación secreta y de encriptación actuales dejasen de ser seguros.

Los científicos advierten que, llegado este momento, ya no serán seguros los actuales protocolos de encriptación utilizados para proteger transacciones electrónicas y comunicaciones confidenciales en Internet, porque un ordenador tan potente solucionaría las inabordables operaciones matemáticas en que se basa hoy la criptografía.

Con lo cual, como podréis imaginar, será una máquina tremendamente poderosa para el primero que disponga de ella. Todos los mensajes que se están enviando continuamente a nivel mundial (Gobiernos, organismos militares, de investigación, agencias espaciales, etc.), están siendo almacenados por las agencias de seguridad o por terceros. Si dentro de 20 o 30 años disponemos de un ordenador cuántico, se podrá leer todo lo que se haya escrito hasta entonces y será un arma de gran valor.

Por lo tanto, no es de extrañar que todas las agencias de seguridad estén, no solo preocupadas por construirlo ellas mismas, asignando grandes partidas presupuestarias, sino también interesadas en saber cuándo lo van a hacer los demás.

Sin duda, estos sistemas nos van a llevar a cruzar una nueva frontera tecnológica, lo que nos proporcionará nuevas posibilidades y seguramente surgirán nuevas aplicaciones en las que no se había pensado anteriormente, que desencadenarán a su vez nuevas revoluciones en el campo de la ciencia y la tecnología.

Pero mientras tanto, no nos tenemos que desmotivar por todo lo comentado anteriormente, y a la espera de que aparezcan estos supercomputadores, les recomiendo que sigan haciendo un pequeño esfuerzo e intenten mantener a salvo la información crítica que manejan en su día a día.

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