Enoturismo al borde de la playa

Enoturismo al borde de la playa

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Desde sus orígenes, la Bodega Enrique Mendoza es un reclamo turístico más de la Costa Blanca

El descubrimiento de un territorio para el mundo del vino siempre viene de la mano de un visionario, que apuesta sin complejos por él, que se olvida de prejuicios y echa su cuarto a espadas para lograr su objetivo. En el caso de Enrique Mendoza y los vinos de Alicante, no es tanto descubrimiento como reinterpretación o puesta al día del territorio, que es lo que ha conseguido desde finales de los ochenta con Bodegas Mendoza, y que ahora continúa la segunda generación de la mano de Pepe Mendoza. Gracias a gentes como este adelantado, Alicante tiene varias bodegas con tintos de guarda, que compiten en igualdad con los grandes de España, a pesar de que muchos apostaron a perdedor en el origen. Si encuentras un vino de Alicante en un restaurante de Galicia, Asturias o Burgos, seguro que es Mendoza.

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En este altiplano en el que a tiro de piedra se juntan los suelos de la provincia de Alicante con las comunidades vecinas de Murcia y Castilla-La Mancha, se cruza lo mejor de las influencias de la meseta sur y del Mediterráneo, y con una altitud elevada (700 metros), que aporta a las uvas potencia alcohólica bien conjuntada con la acidez necesaria para lograr grandes tintos de crianza.

“Estamos a 130 kilómetros del mar, pero en verano, cuando más calor hace, al anochecer llegamos a sentir el olor de la sal y de las algas”, rememora Pepe. Y al decirlo, parece que se evada y viaje con la brisa marina. Así siente este alicantino la viticultura.

Esa dualidad del altiplano levantino del Alto Vinalopó y el puerto Mediterráneo la ha recuperado Enrique Mendoza con su planteamiento de bodega, ya que, si bien los viñedos principales para los tintos están en El Chaconero, en Villena, con sus 80 hectáreas mezcla de viñedos nuevos y antiguos, la bodega de crianza, con sus más de 1.400 barricas y botelleros esperando salir al mercado, está en plena costa, en Alfàs del Pi, entre Bernidorm y Altea.

La bodega está preparada para recibir visitas, de modo que aprovecha el potencial turístico del entorno para llegar directamente al público del norte de Europa, a la vez que ofrece una alternativa de ocio muy de moda al turismo de sol y playa: el enoturismo. Este año cerrará con algo más de 10.000 visitantes, la gran mayoría extranjeros. ¡Ya quisieran para sí esa cifra muchos monumentos!

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