Viernes, 19 de Abril de 2024
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Las 4 claves de la psicología del emprendedor

Responsable de Orientación e Innovación Educativa de EDEM 

Más de la mitad de los proyectos emprendedores fracasan por la personalidad de las personas que los llevan a cabo. ¿Cualquiera puede ser emprendedor o existen personas con unas cualidades especiales, que definen el espíritu emprendedor?

En los últimos años, los estudios sobre la capacidad emprendedora han incluido las características psicológicas de las personas que emprenden. Los enfoques psicológicos sobre el emprendimiento han experimentado una revitalización por la importancia futura de los emprendedores para la creación de empleo.

La actitud emprendedora es la conducta de administrar los recursos para generar unos resultados, según la actividad en que se desarrolla. Para que un proyecto empresarial tenga éxito es necesario conocer las competencias emprendedoras de la persona o personas que van a estar al frente del mismo.

En numerosas ocasiones se ha comprobado que una misma idea empresarial puede ser un éxito o un fracaso en función del emprendedor que la ponga en marcha, encontrándose así con personas que pueden convertir en éxito casi cualquier proyecto que inicien. Si pensamos que el emprendedor “nace, no se hace”, cualquiera que reúna las características adecuadas está prácticamente predestinado a ser emprendedor y, a la larga, un empresario.

La formación es clave

Sin embargo, lograrlo está en función del contexto que le rodee y la influencia de factores culturales, económicos, sociológicos y psicológicos. En este sentido, la formación tiene un papel clave en el desarrollo de las competencias emprendedoras. Se puede aprender a emprender.

Mucho se habla de las características psicológicas de un emprendedor, tales como: 1) Confianza en sí mismo; 2) Perseverancia y determinación, compromiso a largo plazo; 3) Energía; 4) Talento; 5) Habilidad para tomar riesgos calculados; 6) Necesidad de realización; 7) Creatividad; 8) Iniciativa; 9) Flexibilidad; 10) Responsabilidad; 11) Independencia; 12) Previsión; 13) Dinamismo; 14) Polivalencia, 15) Conocimiento del producto, mercado, equipos y tecnología; 16) Habilidad para tratar a la gente; 17) Adaptación a los momentos críticos; 18) Orientación hacia la utilidad o ganancia; 19) Optimismo: 20) Internalización; 21) Tolerancia a encarar la ambigüedad y la incertidumbre; 22) No conformismo; 23) Liderazgo, entre otros.

Si los emprendedores son necesarios para asegurar el desarrollo económico, es importante considerar cómo se pueden identificar. Los determinantes importantes del comportamiento emprendedor son los rasgos de personalidad que presentan los individuos. Los emprendedores poseen rasgos característicos, que los predisponen a actuar de manera emprendedora.

 

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Existen evidencias claras de la relación entre los rasgos de personalidad y la capacidad emprendedora. El siguiente paso es preguntar cuáles son estos rasgos de personalidad. Aquí es necesario considerar que sólo aquellos rasgos que han tenido fuertes argumentos científicos pueden ser considerados como integrantes de la personalidad emprendedora.

Personalidad emprendedora

Por fortuna, la literatura ha empezado a converger en un grupo determinado de rasgos en el que, en mayor o menor medida, están de acuerdo los investigadores. Considerando los trabajos de diferentes autores y nuestra práctica profesional en la selección y formación de emprendedores, podemos decir que los principales rasgos de la personalidad emprendedora son cuatro: ‘Locus’ de Control, Autoeficacia, Riesgo y Proactividad.

> ‘Locus’ de control. Está relacionado con la creencia de que las acciones que uno realiza determinan los resultados que uno obtiene (‘locus’ de control interno). Las personas con un ‘locus’ de control interno alto piensan que ellos son capaces de controlar los resultados, por lo que dedicarán más esfuerzo y persistencia hacia los resultados deseados, lo que, a su vez, debería ayudar a iniciar una aventura empresarial y a mantenerla exitosamente.

Por el contrario, las personas con ‘locus’ de control externo pueden ser más pasivas. Si uno piensa que no es capaz de controlar los resultados, no tiene razones para cambiar activamente su entorno y comenzar un negocio. El ‘locus’ de control se relaciona con otros aspectos de la personalidad, tales como la necesidad de logro y la iniciativa personal.

> Autoeficacia. La autoeficacia se refiere a la convicción de que uno puede organizar y ejecutar efectivamente acciones para producir unos resultados. Refleja la percepción para realizar un trabajo o tarea concreta. La autoeficacia afecta a la elección de la acción y a la cantidad de esfuerzo ejercido. La relación entre autoeficacia y emprendimiento está justificada por diferentes motivos.

En primer lugar, porque la gente evita carreras y ambientes que exceden sus capacidades y emprenden vocaciones para las que se juzgan capaces. En segundo lugar, porque la iniciativa empresarial conlleva importantes riesgos y dificultades, por lo que parece claro que los emprendedores necesitan altos niveles de autoeficacia. En tercer lugar, dado que la autoeficacia predice la perseverancia ante dificultades y la efectividad personal, también se relaciona con la actividad emprendedora.

Finalmente, puesto que el incentivo para actuar es mayor cuando los emprendedores creen que sus acciones tendrán resultados alcanzables, la autoeficacia es un importante determinante de los comportamientos emprendedores exitosos.

Propensión al riesgo

> Propensión al riesgo. Es el rasgo de personalidad que determina la tendencia y disposición del individuo para asumir riesgos. Los individuos con puntuaciones altas en esta dimensión estarán inclinados a comportamientos de alto riesgo; es decir, considerarán las alternativas cuyas consecuencias finales puedan alejarse de su marco de expectativas de resultados.

Por su parte, los sujetos con baja propensión al riesgo tenderán a comportamientos de bajo riesgo y evitarán las alternativas que puedan causar resultados que varíen mucho de sus expectativas. Es obvio que la actividad emprendedora implica, por definición, asumir riesgos de algún tipo. La propensión al riesgo es, junto con la proactividad y la innovación, una de las tres dimensiones de la llamada orientación emprendedora. En este marco, la propensión al riesgo se refiere a la disposición del sujeto a comprometerse con oportunidades bajo posibilidades de fracaso.

La tolerancia y las actitudes positivas hacia el riesgo predicen la formación de intenciones emprendedoras. Igualmente, la propensión al riesgo está positivamente asociada con las intenciones de autoempleo a través de su influencia sobre ciertos predictores de éstas, como son la autoeficacia y la actitud positiva hacia el comportamiento emprendedor.

> Personalidad proactiva. Esta se refiere a la tendencia a iniciar y mantener acciones que directamente cambian el ambiente circundante. Las personalidades proactivas identifican oportunidades y actúan sobre ellas, muestran iniciativa, realizan acciones directas y perseveran hasta que consiguen un cambio significativo. En contraste, las no proactivas fracasan en identificar y actuar sobre las oportunidades para cambiar cosas.

La proactividad implica un énfasis en anticipar y prevenir problemas antes de que ocurran y una orientación a la acción, que incluye una interpretación creativa de las normas y un alto nivel de persistencia y paciencia para operar el cambio. La proactividad es otra de las dimensiones indispensables en la denominada orientación emprendedora, lo que supone perseverancia, adaptabilidad y disposición para asumir la responsabilidad ante el fracaso.

También  se ha confirmado la relación entre la personalidad proactiva y el comportamiento emprendedor, tanto en empresas ya creadas como en la población general.

Finalmente, también existe evidencia de una relación entre la proactividad en el contexto de la orientación emprendedora y el desarrollo empresarial por un lado, y la carrera exitosa por otro.

El emprendedor se enfrenta a innumerables obstáculos que pasan por la falta de cultura emprendedora, falta de recursos y falta de conocimientos; consecuentemente, inseguridad en el terreno empresarial. Todo esto constituye un reto permanente para los emprendedores, que puede y debe apoyarse en la formación continua.

Lo que está claro es que los emprendedores y su personalidad son claves para la economía. Ellos son los principales agentes del empleo y del crecimiento económico de un país.

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